Hace un par de días recibí los dos tomos de los cuentos de Cortázar que me enviaron Juan José Panno y Mónica Pano desde Cuentos y más. Falta me hacían, porque mis tomitos de bolsillo, sobre todo los de Alianza, estaban descuartizados después de tantos años y tantas lecturas. En un viaje relámpago a Madrid he aprovechado para enfrascarme en Un tal Lucas, creo que el único de los libros que no había leído hasta ahora, o al menos no completo. El Cortázar más humorista y juguetón se pasea por cada una de sus páginas y, pese a que las circunstancias no eran especialmente propicias, nos arrancó unas risas con los escatológicos pudores de Lucas (no se los pierdan), sus traumatoterapias y sus sonetos rigurosos, acabados, tersos y frágilmente duros como huevos de gallina.
De uno de los capítulos, Lucas y sus discusiones partidarias, traigo esta breve cita, pues al leerla no pude evitar acordarme del funambulista Gabriel, a quien se la dedico. Reflexión literaria trufada de guasa, pero no por ello menos certera.
[...] lenguaje e invención son enemigos fraternalesy de esa lucha nace la literatura,el dialéctico encuentro de musa con escriba,lo indecible buscando su palabra,la palabra negándose a decirlohasta que le torcemos el pescuezoy el escriba y la musa se concilianen ese raro instante que más tardellamaremos Vallejo o Maiakovski.
Queridos escritores, que en el año 2011 le torzáis felizmente el pescuezo a la palabra para que el escriba y la musa se concilien.